miércoles, 5 de enero de 2011

PINTURA GÓTICA FLAMENCA: ROGER VAN DER WEYDEN (III)

Retablo de los Siete Sacramentos” (1445-1450, Koninklijk Museum voor Schone Kunsten, Amberes, Bélgica). Encargado a Van der Weyden por Jean Chevrot, obispo de Tournay, que era uno de los consejeros de Felipe el Bueno, probablemente lo realizo con ayuda de sus asistentes. El Obispo aparece retratado impartiendo el sacramento de la Confirmación a la izquierda del retablo y su rostro es semejante al del retrato en miniatura que le realizaron en 1448. El retablo está diseñado en forma de T invertida, pero muestra la novedad de que las hojas laterales no se pueden cerrar sobre la central. El pintor representa los siete sacramentos rodeando la Crucifixión, acto central de la salvación, en el interior de una iglesia gótica de tres naves, ya que la Iglesia como Institución es la salvaguarda de los Sacramentos. La Iglesia representada puede ser Santa Gúdula de Bruselas y el artista lo plasma de manera magistral siguiendo los pasos de Jan Van Eyck y su “Madonna entronizada en una Iglesia Gótica”. Cada uno de los sacramentos se representa en las naves laterales, excepto el principal, la Eucaristía, que se representa en la nave central relacionándolo directamente con el sacrificio de la Cruz. Los siete sacramentos son: Bautismo, Eucaristía, Confirmación, Confesión (Penitencia), Extremaunción, Sacerdocio y Matrimonio. Se trata de un tema muy tratado en la pintura Flamenca primitiva y permanecerá hasta el siglo XVIII. Destaca el detallismo en la concepción arquitectónica, la luminosidad y expresividad. Sobre cada sacramento representa un ángel con una banderola que da nombre a cada uno de ellos. En conjunto no se puede decir que la perspectiva esté bien lograda, a pesar de utilizar las baldosas del suelo para dar sensación espacial, los tamaños de las figuras no siempre están proporcionados, lo que puede apreciarse especialmente en la escena de la Confirmación a la izquierda.

La hoja izquierda del Tríptico muestra los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Confesión. Es aquí donde representa al donante, el obispo Jean Chevrot, ya que solo los obispos pueden impartir este sacramento. Varios retratos fueron realizados sobre papel metálico o pergamino y luego pegados en la tabla, se trata de personajes reales.



La Tabla central muestra la nave central de la Iglesia con la escena de la Crucifixión, junto con la extremaunción es la única escena que no se muestra en su lugar propio. Para destacar la mayor importancia de la escena central con respecto al resto hace las figuras en tamaño notablemente mayor. Detrás el sacramento de la Eucaristía. La forma en la que representa a San Juan y las tres Marías es ya típica en Van der Weyden, subrayando el dramatismo y el dolor al igual que en el “Descendimiento” del Prado. Hay gusto por el tratamiento de los cuellos y las manos, así como de los cuerpos retorcidos y las expresiones dramáticas. La escena de la Eucaristía se representa en el Altar mayor, el sacerdote, de espaldas, eleva la Sagrada Forma Consagrada, ya convertida en Cuerpo de Cristo. Una reja separa el altar mayor del resto de la Iglesia. Un retablo con la imagen de la Virgen y el Niño decora este altar mayor como es común en Flandes.



La hoja derecha del Tríptico muestra los sacramentos la Unción de enfermos, el Matrimonio y el Orden Sacerdotal. El primero es el único que no se encuentra en su espacio natural, el artista introduce de forma imaginaria una cama en una capilla lateral donde un moribundo recibe el sacramento mientras que su esposa sostiene una vela que colocará en sus manos en el momento de su muerte.


Políptico del Juicio Final” (1446-1452, Musée de l'Hôtel Dieu, Beaune). Se trata de un encargo realizado por el Canciller Nicolás Rolin y su tercera esposa Guigonne de Salins al artista. Rolin era uno de los hombres más poderosos y ricos de la época, lo encargó para el recién fundado l'Hôtel Dieu de Beaune, dedicado a pobres y enfermos, pero también para la salvación de su propia alma. El políptico, que es la mayor obra del autor, se situaría en la capilla al final de la sala de hospitalización, y por sus dimensiones debía ser bien contemplado por los enfermos que atendían las misas desde las camas. La temática del Juicio Final haría que éstos volvieran sus miradas al Dios y se convirtieran antes de la muerte. Para la mentalidad de la época el cuidado del espíritu era tan importante como el cuidado del cuerpo, de hecho solo la salud espiritual llevaría a la salud corporal. El Políptico se compone de quince tablas de diferentes tamaños. Hoy día podemos observarlos en otra estancia del Hospicio que desde 1971 no atiende pacientes. Se aserraron las tablas por la mitad separando anverso de reverso, por lo que ahora se pueden contemplar al mismo tiempo sin tener que cerrar el políptico.

El cielo, en el lado izquierdo, aparece representado por un gran pórtico gótico y gran luminosidad.



En el extremo izquierdo el Papa Eugenio IV, un cardenal oculto detrás, el Duque Felipe el Bueno, el canciller Rolín con su hijo. Debajo la tierra de la que salen las almas que resucitan para ir a la salvación o a la condenación.

En la parte baja del políptico aparecen los salvos y los condenados, divididos en dos pequeños grupos de figuras, todos representados con la edad de 33 años (la que tenía Cristo al morir) están desnudos y su tamaño es inferior al de los santos, jerarquizando el conjunto según su importancia.


En los extremos superiores imágenes de ángeles portando los símbolos de la Salvación.





El gran panel central muestra a Cristo en majestad en el nivel superior y al arcángel San Miguel debajo, que pesa las almas de los difuntos con una balanza. Se encuentran dentro de una gran nube de oro que se prolonga por las tablas laterales y en las que se sientan los apóstoles formando el tribunal celestial, junto a ellos la Virgen María y San Juan Bautista. Cristo aparece sentado sobre un gran arco de oro en cuyos extremos se encuentran María y San Juan Bautista. Sus pies se asientan sobre una esfera, símbolo del Universo. Con su mano derecha bendice a los salvos y con la izquierda maldice a los condenados, gestos que llevan emblemas: el lirio y la espada.


Bajo Cristo aparece San Miguel, príncipe de los ángeles, que es representado como un joven por su inmortalidad y belleza, lleva una capa de impresionante colorido, e imparte justicia: pesa las almas en una balanza, que están representadas por dos pequeños cuerpos desnudos cuyos nombres son “Virtutes” y “Peccata”, el primero aparece de rodillas y feliz como agradecido al arcángel, mientras que el segundo aparece horrorizado y lanzando gritos de terror. Rodeando al Arcángel cuatro ángeles que tocan la trompeta que marca el Juicio Final.

En el lado derecho de Cristo se observa a 6 apóstoles y detrás un monje y tres mujeres santas.




Los condenados se dirigen bajo el peso de sus pecados hacia un abismo de fuego y humo, mientras que los salvos se dirigen hacia un jardín. El artista se deja llevar por las ideas de su época poniendo solo dos mujeres en el grupo de los salvos, ya que se consideraba que la mujer era causa de tentación y pecado y que su salvación era más difícil. También se pensaba que la locura era consecuencia de la posesión demoníaca, por lo que muchos condenados tienen sus rostros deformados por la enfermedad mental. Presos de histeria, los condenados son incapaces de llorar, simplemente pelean y gritan mientras se dirigen al infierno representado con una entrada de oscuras rocas encendidas en llamas.


El reverso muestra en sus extremos las figuras de los donantes, por un lado el Canciller Rolin, fundador del hospicio de Beaune, de edad avanzada, con una gran nariz y el pelo muy recortado. Rolin estaba al servicio del Duque de Borgoña, durante veinte años fue su asesor legal y cuarenta años más su Canciller, llevando las finanzas y la diplomacia. Durante todo este tiempo amasó una gran fortuna gracias al patrocinio de Felipe el Bueno, Duque de Borgoña, que a pesar de ser vasallo de Carlos VII, rey de Francia, era infinitamente más rico que él. Se dijo en su época que la construcción del Hospicio quería de alguna manera limpiar la conciencia del Canciller Rolin, que no fue en su vida todo lo honrado que se suponía. De hecho Rolin llegó a aparecer ante el rey vestido de harapos y con una lista en la que recogía todos los regalos que había recibido con la intención de devolverlos. El rey rehusó el ofrecimiento y alegó que aún había espacio en la lista para añadir más regalos. El origen de Rolin era humilde, se desconoce cómo llegó a tener tanto poder, pero debía tratarse de un hombre muy inteligente y ambicioso. Llegó a ser el autor del Tratado de Arrás que selló la paz entre Borgoña y Francia tras la Guerra de los Cien Años. En el otro extremo su tercera esposa, Guigonne de Salins, también de rodillas y en gesto de oración con la mirada baja tiene a los pies el libro de las horas. Lleva el tocado típico de la época en Flandes, una veladura blanca. Detrás de cada uno de ellos un ángel porta sus escudos de armas. Frente a Rolin aparece la representación en grisalla de San Sebastián durante su martirio. Frente a su esposa la representación en grisalla de San Antonio acompañado de un cochinillo. Por encima de estas escenas una representación en grisalla de la Anunciación. Todas las figuras centrales aparecen como enmarcadas en una hornacina de arco de medio punto.


Santo Entierro” (1450, Galleria degli Uffizi, Florence). En origen adornó la capilla privada de la Villa Medici de Careggi, cerca de Florencia. Se cree con absoluta seguridad que esta tabla formaba el centro de un políptico que fue adquirido por Leonello d’Este, duque de Ferrara, aprovechando la peregrinación de Van der Weyden a Roma por el jubileo del 1450. Se aprecia influencia del “Descendimiento” de Fra Angelico realizado para el retablo de San Marcos, hoy en Munich. La influencia es evidente en la postura de Cristo muerto, que aparece casi de pie, con María y San Juan tomando cada uno una de sus manos; también en la forma de realizar la tumba, en forma de una pequeña colina rocosa que en nada asemeja a la forma en que se realizaba en el norte de Europa. No es probable que Van der Weyden viera la obra de Fra Angelico, la explicación puede estar en la manera en que los Medici pidieron al artista que realizara el trabajo, probablemente enviaran un boceto de la obra de Fra Angelico como modelo, y esto explicaría también el formato cuadrado de la obra, que no era lo común en Flandes pero si en Italia. El estudio de la perspectiva es pobre, lo que contrasta con el detallismo y cuidado de los rostros y gestos.


Miniatura para la portada del libro Chroniques de Hainaut” (1448, Bibliothèque Royal de Belgique, Brussels). Se trata de un encargo de Felipe el Bueno para decorar la primera página de este libro que el Duque utilizó como medio de propaganda de su reinado, para asentar su legitimidad. No hay duda de que se trata de una obra del propio Van der Weyden aunque no haya pruebas documentales de ello, una miniatura realizada con mano maestra ya que a pesar del pequeño tamaño de las figuras, éstas están perfectamente individualizadas y trazadas. Reconocemos al Cardenal Rolin en la figura de azul con turbante negro que se encuentra junto al obispo Chevrot, a la izquierda. En el centro se encuentra Felipe, majestuoso y sobrio, junto a él su hijo Carlos el Temerario aún niño. El resto de su corte, todos ellos miembros de la Orden del Toisón de Oro, se encuentran a una distancia prudencial de él. No sabemos con certeza si Van der Weyden había pintado ya alguno de los retratos de Felipe, probablemente si, y que la satisfacción del Duque hicieran que el pintor fuera encargado de esta obra. La obra nos da una idea de los gustos en el vestir de la corte, vemos como los abrigos se van acortando cada vez más, se exageran las hombreras y las mangas se hacen rectas.




San Jerónimo y el León” (1450, Detroit Institute of Arts, Detroit). Esta pequeña tabla muestra dos escenas de la vida del doctor de la Iglesia. En primer plano aparece sacando la espina de la garra de un león. En el fondo aparece haciendo penitencia. La escena del león es una leyenda que aparece en el siglo XIII, en ella se le atribuye también el título de cardenal, y cuenta cómo mientras enseñaba a un grupo de discípulos en Belén (Judea) se le acercó un león herido con una espina en una de sus garras, como consecuencia de esta leyenda se atribuyen a san Jerónimo el símbolo cardenalicio y el León en el siglo XIV de la mano de Juan Andrés de Bolonia. Lo único cierto es que san Jerónimo se retiró al desierto a orar, pero no consta que se autoflagelara. La obra sufrió varios cambios: originalmente Jerónimo se encontraba escribiendo, no sacando la astilla al león; su sombrero estaba sobre su espalda, no en el suelo; el león tenía las patas en el suelo y su cabeza estaba de perfil. La escena del fondo también parece haber sido añadida de forma tardía por una mano menos experta. Pero lo cierto es que las figuras primitivas son totalmente de van der Weyden, no se sabe con certeza quién y por qué se alteró el original.




Piedad” (1450, Museo del Prado, Madrid). Sigue completamente los gustos de la sociedad flamenca.





San Ivo” (1450, National Gallery, London). Realizado como un retrato, realmente no lo es. Se trata de la representación de San Ivo, aunque esta no es segura, ya que hay documentación del siglo XVI que dice que llevaba una leyenda con su nombre, pero al no llevar nimbo de santidad la atribución no es segura. San Ivo era abogado dedicado a personas necesitadas. Algunos trazos del rostro y las manos distan del estilo de Van der Weyden, por lo que se cree que pudo ser realizado por su taller.

Retrato de Felipe el Bueno” (1450, Musée des Beaux-Arts, Dijon). El Ducado de Borgoña llegó a su apogeo bajo los reinados de Felipe el Atrevido, Juan sin miedo, Felipe el Bueno y Carlos el Temerario. Todos ellos adquirieron gran cantidad de tierras por medio de matrimonios, desviación de herencias y compras. Van der Weyden recibió muchos encargos de los duques de Borgoña y sus seguidores, especialmente retratos a los que imprimía gran dosis de idealismo, sin tratar de exagerar el realismo. Esto le hizo famoso y se convirtió en el pintor más solicitado de esta corte deseosa de llegar a la posteridad con su mejor cara. Muchos autores alabaron la realización de sus manos, casi siempre una sobre la otra para no desviar la atención del rostro del personaje, al que representaba casi siempre sereno y digno. Este es uno de los muchos retratos realizados por Van der Weyden o su taller a Felipe el Bueno. Al igual que los otros nos ha llegado una copia.


Díptico de Jean de Gros” (1450, Musée des Beaux-Arts, Tournai; Art Institute, Chicago). Se trata de una de las Madonnas más interesantes de Van der Weyden, es una Virgen de medio cuerpo que será muy copiada por sus seguidores. Las dos hojas, aunque separadas, tienen en el reverso el lema del donante y su escudo. Se encuentra en un lamentable estado de conservación.


Jean Gros fue secretario de Felipe el Bueno y después de su hijo Carlos el Temerario, bajo cuyo reinado amasó una gran fortuna mediante la recaudación de impuestos. Tras la muerte de Carlos fue apresado y puesto en libertad por mediación de María de Borgoña. Este retrato fue realizado siendo aún muy joven.




Tríptico de la Familia Braque” (1452, Musée du Louvre, París). De pequeñas dimensiones se considera realizado para la devoción privada de una dama de esta familia que lo legó en su testamento a su nieto en 1497. El reverso de las hojas muestra los escudos de armas de la familia Braque, Jean y su esposa Catalina de Brabante. Ésta última encargó el tríptico tras la muerte de su esposo en 1452. Se trata de una de las obras más destacadas de Van der Weyden. Su estilo es cercano al retablo de Beaune, las figuras del la Virgen y de Cristo parecen sacadas directamente de la representación del Juicio Final. No hay seguridad de que fuera realizado enteramente por el pintor, de hecho se aprecian contornos realizados a lápiz lo que no es propio del pintor.

La hoja izquierda muestra a San Juan Bautista que proclama: “Este es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”. Sostiene un libro que se apoya sobre el marco del retablo. Al fondo en pequeño tamaño se puede ver la escena del bautismo de Cristo mientras un ángel sostiene la ropa del Señor, tras ellos un grupo de personas vestidas al estilo del siglo XV.


La tabla central muestra a Cristo bendiciendo, se trata de una figura imponente y majestuosa que desprende rayos de luz, esta representado como juez, con el Universo coronado por la cruz en sus manos (Van der Weyden representa el Universo como una esfera); a su izquierda la Virgen María y a su derecha San Juan Evangelista. Tras ellos se abre un paisaje realizado de forma magistral, preocupado hasta de los más pequeños detalles. Dicho paisaje se continua en las hojas laterales. La Virgen aparece recitando el Magnificat “proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”, la imagen de Cristo está rodeada por sus palabras “Yo soy el pan vivo que ha bajado del Cielo” y la de Juan Evangelista dice “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. El rostro de la Virgen parece realizado por una mano diferente a la de Van der Weyden.


La hoja derecha muestra a María Magdalena. Su estilismo es totalmente propio de Van der Weyden a diferencia del rostro de la Virgen, y se considera una de sus obras maestras. Lleva en sus manos el frasco de perfumes que derramó a los pies del Señor. Su melena larga y rojiza cae por su espalda formando ligeros bucles. El rostro muestra arrepentimiento por sus pecados pero el gesto no le resta dignidad ni belleza. El texto relata cómo la magdalena ungió los pies del Señor tras regarlos con sus lágrimas y secarlos con sus cabellos.


El reverso de las hojas muestra los escudos de armas ya mencionados, y en el lado izquierdo una calavera y en el derecho una cruz. La oscuridad de estas representaciones contrasta con el colorido del interior del tríptico. Nos habla de lo inevitable de la muerte. La calavera lleva una inscripción que dice en francés: “Mira tú que eres orgulloso y avaro, mi cuerpo una vez fue bello, pero ahora es alimento de gusanos”. Esta inscripción hace alusión a la muerte de Jean Braque cuyo escudo de armas está sobre ella. La Cruz muestra una inscripción en latín del libro del Eclesiástico 41, 1-2: "¡Muerte, qué amargo es tu recuerdo para el que vive tranquilo en su casa, para el que está sin problemas, le va bien en todo y aún tiene fuerzas para gozar de la vida! ¡Muerte, qué buena sentencia eres para el que sufre ya sin fuerzas, para el que tropieza y cae a cada paso, y está triste y ha perdido la esperanza!”


La Madonna de San Lucas” (Alte Pinakothek de Munich), copia atribuida al Maestro del Bordado. Hay en total 4 ejemplos de esta composición, se trata de copias idénticas salvo pequeños detalles. Para muchos expertos la original es la que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Boston.


La Madonna de San Lucas” (¿?,Groeninge Museum, Brujas). El cuarto y último ejemplar de esta tabla.



La Virgen con el Niño y cuatro santos” o “La Madonna Medici” (1450-1451, Städelsches Kunstinstitut, Frankfurt). Esta “sacra conversazione” debió ser pintada por Roger Van der Weyden durante su visita a Roma en 1450. Probablemente fuera un encargo de la familia Medici ya que aparecen san Cosme y san Damián a la derecha, santos patronos de la familia, así como los lirios florentinos del escudo de armas. El marco tiene forma de arco rebajado, y las figuras se distribuyen a su alrededor en forma escalonada, siendo María y el Niño el eje central cubiertos por una tienda de campaña que hace de palio. El conjunto parece tener la inspiración del retablo de Doménico Veneziano “Santa Lucía”, pero a diferencia del artista italiano, Van der Weyden conecta sus figuras: san Pedro y san Juan a la izquierda están conectados, sus figuras son más estilizadas y su solidez reside más en sus mantos que en su cuerpo. Muestra un cuidado estudio de los detalles en las flores y el jarrón a los pies de la Virgen, en el vaso de cristal que sostiene san Cosme y en la decoración interior del palio. Así la obra será valorada en Italia por su estilo novedoso en comparación con los pintores del Quatroccento, por su maestría en la utilización del óleo y su capacidad para reflejar la psicología de los personajes representados.


Díptico de Juana de Francia” (1452-1470, Musée Condé, Chantilly). Probablemente fuera realizado principalmente por miembros de su taller. La hoja izquierda muestra a Juana de Francia, hija de Carlos VII, en oración junto con su patrono San Juan Bautista. En el cielo aparece la imagen de la Virgen María sobre la media luna, sacada del Apocalipsis, lo que es una novedad en la época. Lleva a Jesús en sus brazos, sobre Él vuela la imagen del Espíritu Santo en forma de paloma y en la zona más alta Dios Padre. Un ángel sostiene, a la derecha de Juana, el escudo de armas de la familia con la flor de Lis de la familia de Juan de Borbón con quien casó Juana en 1452. La hoja derecha muestra la escena de la lanzada en la Crucifixión. Las imágenes están menos desarrolladas que en el Descendimiento, realizadas muy al gusto flamenco tradicional. El díptico tiene mucho en común con el Tríptico Sforza de Bruselas.




Virgen con el Niño” (1453, Museum of Fine Arts, Houston, Texas)


Retrato de una Dama” (1455, National Gallery of Art, Washington). Como todos los retratos realizados por el autor, se trata de una composición ordenada en la que el rostro representa ¾ de la figura, siguiendo los modelos de Jan Van Eyck, sobre un fondo oscuro. Se identifica a la mujer con Marie de Valengin, hija ilegítima de Felipe el Bueno de Borgoña. La composición es romboidal, para lo que juega con las veladuras claras, el rostro y las manos. Los rasgos de la mujer son totalmente flamencos, y Van der Weyden utiliza magistralmente las diagonales del tocado, la barbilla y el escote para resaltar el largo del cuello. Estos juegos con la geometría dan al conjunto una dignidad única. Nos muestra también el gusto de la época en el tocado, la cabeza afeitada para ensanchar la frente, las veladuras, que dan sensación de apepinamiento en el cráneo. La cinta ancha bajo el pecho. En conjunto nos muestra una figura femenina elegante y sobria pero no exenta de idealización. A pesar de ello, el rostro muestra un cierto estudio psicológico, en el que la dignidad de la mujer queda patente, así como su carácter aristocrático. De nuevo el estudio de las manos se presenta para el autor como un reto perfectamente resuelto.


Continúa en: Roger Van der Weyden IV

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