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miércoles, 5 de enero de 2011

PINTURA GÓTICA FLAMENCA: ROGER VAN DER WEYDEN (IV)

Retablo de Santa Columba” (1455, Alte Pinakothek, Munich). Se trata de una obra realizada en la etapa de mayor altura pictórica de Van der Weyden y lo hizo para el altar mayor de la Iglesia de Santa Columba en Colonia. Para ello se inspiró en otro gran retablo de la misma ciudad, el realizado por Stefan Lochner para la Catedral que representaba los Santos Patronos de Colonia. El retablo une tres escenas secuenciales del Nacimiento de Cristo: La Anunciación en el ala izquierda, la Adoración de los Magos en el Panel central y la Presentación en el Templo en el ala derecha. La Virgen aparece vestida de la misma manera en las tres representaciones, con el manto azul de gloria, pero a su alrededor dominan los tonos rojos, de pasión, dando a entender por lo que habría de pasar junto con su Hijo. El reverso del retablo aparece plano, sin pintura, solo con una capa protectora. El conjunto fue realizado por el autor con ayuda de los trabajadores de su taller, en aquella época su hijo Pieter ya debía trabajar con él, así como Hans Memling. De hecho encontramos figuras que no son propias de Van der Weyden, como la joven que aparece en segundo plano en la escena de la Presentación. También se aprecian estas diferencias en el rostro de San José, que aún siendo idéntico en los detalles, tiene trazos diferentes en la escena central y en el panel derecho, lo que muestra dos manos diferentes en su realización.


El ala izquierda muestra la Anunciación. El ángel Gabriel aparece frente a una puerta cerrada y de sus labios sale el saludo a María que aparece escrito sobre la tabla en latín. El conjunto es rico, con un suelo perfectamente enlosado, una cama con un magnífico dosel de brocado de oro, ventanas cubiertas por vidrieras de color... no asemeja una humilde morada, sino un gran palacio.




El Panel central, con el tema de la Adoración de los magos, es único en el repertorio de Van der Weyden, a pesar de ser un tema muy popular desde el siglo XII, especialmente en la Catedral de Colonia en donde se custodian las reliquias de los Magos de Oriente. Otra novedad de la pintura es la colocación de la Virgen como eje de la representación, lo que en Flandes no solía hacerse. María aparece ligeramente desplazada hacia la izquierda, pero su centralidad es clara. Muchas figuras aparecen copiadas de la obra de Lochner, y detalles como la Iglesia que aparece en el lateral derecho son representaciones reales de la arquitectura de Colonia, en este caso la Iglesia de San Gereón. A parte de estos detalles, la obra es completamente original, las escenas principales son las que atraen la atención del espectador, dejando el fondo como secundario. La perspectiva no parece tener demasiada importancia, y las figuras se amontonan en un mismo plano, aunque la estructura del establo permite un cierto estudio de la misma se trata más de un marco adecuado para la escena que representa. Esta falta de cuidado en la perspectiva lo podemos ver con claridad en la pequeña figura vestida de blanco que aparece entre el segundo y tercer Mago. Por tamaño y situación debería encontrarse en un plano más lejano, sin embargo parece pisar a las figuras en primer plano, a una de ellas le entrega un objeto que será el presente para el Niño. Lo cierto es que el autor pone mayor cuidado y detalle en las figuras de primer plano. En conjunto se trata de figuras muy desarrolladas a lo largo de la pintura de Van der Weyden, son motivos ya utilizados antes pero no los introduce de forma mecánica, sino que los adapta a la temática y al conjunto de la escena, y en el caso de este retablo las estiliza más y las hace más elegantes y delicadas en sus movimientos, pero ya no hay tanta carga psicológica. En conjunto esta representación de la Adoración de los Magos se convirtió en la pintura de referencia para los artistas posteriores, por lo general se decía de ella que era la única en representar los hechos de forma fidedigna. Detalle curioso es la parición de un crucifijo en el eje central, sobre las paredes de madera del establo, detalle anacrónico que nos indica el acto de redención que hará Cristo por nosotros. En el extremo izquierdo vemos al donante, de rodillas y rezando el rosario, separado del resto de la escena por un pequeño muro de piedra.


El ala derecha muestra la presentación en el Templo. Tal y como exigía la ley Mosaica los niños debían ser presentados en el Templo a Dios. Allí encuentran María y José a Simeón, un anciano sacerdote que esperaba la llegada del Mesías y que al ver a Jesús exclama: “Ahora, Señor, según tu promesa puedes dejar a tu siervo ir en paz” y sus palabras aparecen escritas en latín. También la anciana profetisa Ana reconoce a Cristo y aparece en la pintura junto a Simeón. Una sirviente tras María lleva las dos tórtolas para el sacrificio de la purificación, esta figura parece también inspirada por el retablo de Stefan Lochner. La escena se desarrolla en el interior de una iglesia románica que se identifica con San Gereón en Colonia, la misma cuyo exterior vemos en la tabla central.



Tríptico de la Redención” (1455-1459, Museo del Prado, Madrid). El Panel central nos muestra la Crucifixión de Cristo a cuyos pies se encuentran la Virgen María y San Juan Evangelista dentro de una Iglesia Gótica cuyo pórtico en forma de arco apuntado aparece decorado con escenas de la Pasión en las arquivoltas. Probablemente se trata de una representación del pórtico principal de la Iglesia de Santa Gúdula en Bruselas. La hoja izquierda representa el Juicio Final junto con los siete actos de Misericordia, seis en el arco gótico y el séptimo en las esquinas superiores izquierda y derecha. La hoja derecha muestra la expulsión de Adán y Eva del paraíso, en cuyo fondo aparece la escena de la tentación. El arco gótico que enmarca la escena muestra episodios del Génesis y en las esquinas superiores se representa a Dios y la Creación de Eva. El tímpano del Arco muestra al arcángel San Miguel.


Retrato de un hombre” (1455-1460, Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid). El hombre de mediana edad que aparece representado no ha sido identificado. Por el estilo del peinado podemos relacionarlo con el retrato de Francesco d’Este que se encuentra en el Metropolitan de Nueva York, lo que nos sugiere que se trata de retratos realizados en la misma época.




Retablo de San Juan” (1455-1460, Staatliche Museen, Berlín), realizado poco después del Retablo de Santa Columba, tiene un tamaño mucho más reducido, probablemente porque se trata de un retablo para capilla privada. Se identifica con un retablo realizado por Van der Weyden dedicado a San Juan Bautista y que fue entregado a la Iglesia de San Jaime en Brujas por el mercader Battista Agnelli, nativo de Pisa. El centro del retablo muestra a San Juan Bautista bautizando a Cristo en el Jordán, la hoja izquierda muestra a Zacarías escribiendo el nombre de Juan tras su nacimiento y en la derecha Salomé recibiendo la cabeza de Juan Bautista tras ser decapitado. Las tres escenas aparecen enmarcadas por arcos apuntados góticos como se de la entrada a una iglesia se tratara y ordenadas de forma cronológica; las arquivoltas muestran escenas relacionadas con los eventos representados, y las esculturas en las paredes muestran a los doce apóstoles siguiendo el modelo del Retablo de Miraflores aunque sin su profundidad. Las tres tablas son iguales, y están firmemente soldadas, por lo que se trata de un tríptico que no se puede doblar. El conjunto muestra algo que es propio de Van der Weyden y de Van Eyck, la conjunción de lo sagrado y lo profano, de manera que acercan al hombre del pueblo la narración evangélica. Para ello dan un carácter cotidiano a la representación, pero así como en la pintura de Van Eyck es más libre y luminosa, la de Van der Weyden se esfuerza en remarcar la separación entre lo santo y lo profano utilizando medios como el enmarcar las escenas en un centro sagrado. Frente a la profundidad del panel central que muestra el paisaje que limita la línea del río, las hojas laterales abren sus fondos a interiores, en forma de pasillos, con escenas subordinadas a la escena principal en primer plano y a la vez dirigidas hacia el panel central, como queriendo subrayar la importancia de éste.




En la hoja izquierda aparece Zacarías dando nombre a su hijo: Juan. Al fondo Santa Isabel permanece en la cama tras haber dado a luz a su hijo mientras que la Virgen María, que se diferencia del resto por el nimbo de santidad, ofrece a Zacarías su hijo recién nacido. El Evangelio nos narra las dudas de Zacarías cuando un ángel le anuncia el nacimiento de un hijo, momento en el que perdió el habla, esto aparece reflejado en las arquivoltas, por ello tiene que escribir el nombre que se pondrá a su hijo, momento en el que recupera el habla. Las miradas de María y Zacarías son profundas, dando a conocer la importancia de los acontecimientos.

El panel central muestra el Bautismo de Cristo. La escena principal está acompañada por figuras estilizadas pintadas en la moldura del arco que representan las Tentaciones de Cristo y a San Juan Bautista en oración. La figura central de Cristo es el eje de la representación, aparece con cierto hieratismo, y por su tamaño y la posición del bautista y del ángel que lo acompaña, se encuentra en un plano más profundo que éstos. El rostro del Señor, con la mirada baja y equilibrada y con el gesto de bendición en su mano derecha nos recuerda la manera en que es representado en los iconos. Las figuras laterales forman a su alrededor un marco que puede identificarse con la mandorla o almendra mística de los Cristos en Majestad románicos, las figuras están lo suficientemente separadas para no superponerse.



La hoja derecha muestra la decapitación de San Juan Bautista. El autor nos muestra una representación de la hermosa Salomé con cierto toque de lascivia, vestida siguiendo la moda palaciega francesa de su época que incluye el peinado, sin embargo su rostro se muestra serio y melancólico, no parece feliz con el regalo recibido por bailar ante el rey. Las dos figuras del primer plano se abren en sentido contrario del cuerpo y la cabeza del Bautista, como si fueran conscientes del delito cometido al ejecutarlo. Al fondo aparece la escena en la que Salomé entrega la bandeja con la cabeza del Bautista a su madre, Herodías, que aparece sentada en la mesa del banquete junto a Herodes. Van der Weyden estudia la perspectiva lineal utilizando un largo pasillo que separa las dos escenas. En él coloca figuras que disminuyen su tamaño conforme se alejan de la escena principal.




Retrato de Francesco d’Este” (1460, Metropolitan Museum of Art, Nueva York). Muestra al hijo ilegítimo del Duque de Ferrara, Leonello d’Este, que se trasladó a Bruselas para recibir entrenamiento militar y pasó el resto de su vida en Borgoña. Lleva un anillo y un martillo que bien pueden ser los trofeos de un torneo. La datación se basa en la edad del representado, unos 30 años, su mirada inexpresiva y el alargamiento de sus facciones subrayan su carácter aristocrático. Así el conjunto nos da una idea del estilo de Van der Weyden a la hora de hacer retratos, destacando el refinamiento aristocrático y el hieratismo de los aristócratas; así los gestos, el alargamiento de los dedos, la curva de la nariz, la mirada indiferente son medios para mostrar la nobleza. El reverso muestra su escudo de armas con el lince encapuchado.




Retrato de Carlos el Temerario” (1460, Staatliche Museen, Berlín). Fue realizado por sus colaboradores con toda seguridad. Aparece llevando el Toisón de Oro de cuya Orden que formó parte desde sus comienzos. La obra aparece reflejada en un inventario de los bienes de Margarita de Austria, pero en ellos se dice que el duque llevaba un manuscrito en su mano izquierda y la empuñadura de una espada en la derecha, por lo que se piensa que esta es una copia de taller de aquella.




Díptico de Philippe de Croy” (1460, Henry E. Huntington Library, San Marino y Koninklijk Museum voor Schone Kunsten, Amberes). Hoy este díptico está separado y se conserva en dos lugares diferentes. La imagen de la Madonna, al igual que la de Laurent Froimont, son de un estilo atípico en Van der Weyden, con un exagerado alargamiento de la figura y la frente excesivamente abombada. La mirada es lánguida y el uso de colores oscuros y ocres no es propio del autor, lo que hace pensar a algunos que es obra de otro pintor.




Philip de Croy era uno de los miembros de la Corte de Felipe el Bueno de Borgoña, era miembro de la nobleza y fue uno de los que recibió la orden del Toisón de Oro creada por Felipe el Bueno. En el momento de ser retratado debía tener unos 25 años, y Van der Weyden le representa como un hombre piadoso y refinado. Hay un convencimiento general de que se trata de la hoja derecha de un díptico que se completa con la Madonna anterior.




El reverso muestra el escudo de armas de Philippe de Croy y aparece también su nombre como “Señor de Sempy” , título que llevó entre 1452 y 1461, año en el que renunció a él. Por eso se sabe que el cuadro debió ser realizado entre esos años.


Díptico de Laurent Froimont” (1460, Musée des Beaux-Arts, Caen). Se trata de una Virgen de la leche realizada con un estilo muy del gusto flamenco, pero novedoso en Van del Weyden.

El fondo oscuro y el trazado suave del rostro del donante sugieren que pudo ser pintado por los colaboradores del artista, incluso después de su muerte, ya que hay expertos que lo datan en 1469.




El reverso muestra la imagen de San Lorenzo, el santo lleva el instrumento de su martirio: la parrilla. Lo cierto es que no hay seguridad de que el donante se llamara Laaurent Froimont, esto es simplemente deducción por el santo representado y el nombre “Froimont” que está escrito en el pergamino pintado a su izquierda.




Cristo en la Cruz con la Virgen y San Juan” (1460, Monasterio de El Escorial, Madrid). Se trata de una obra cuya originalidad está bien documentada, a diferencia de otras de esta época como la Piedad de la Haya. Se trata de una obra monumental de tres metros de altura y dos de ancho. Originalmente lo realizó para el Monasterio Cartujo de Scheut cerca de Bruselas, con los que tenía gran cercanía ya que su hijo mayor, Comeille, se había ordenado cartujo en 1448. Después de su muerte el Monasterio dedica misas anualmente por su descanso eterno. Cien años después el Monasterio vendió la pintura, probablemente a Felipe II rey de España, gran admirador de la pintura de Van der Weyden. Instaló la pintura en El Escorial dañándose seriamente en un incendio a finales del siglo XVIII. El pintor realiza la pintura con estilo escultórico, enmarcándola en un nicho de piedra roja. Las figuras de María y San Juan de blanco sugieren el hábito cartujo a quien se dedicó la obra. Es destacable la manera en que realiza los ropajes, con cortes muy geométricos que realzan el carácter escultórico de las figuras. La figura de la Virgen recuerda a la de la Magdalena en “El Descendimiento” del Prado, con la mirada baja que contrarresta con la mirada elevada de San Juan. En conjunto se subraya el dramatismo y dolor del momento.




Grupo de Hombres” (1460, Musées Royaux des Beaux-Arts, Bruselas). Formaba parte de una tabla mayor, probablemente se trata del extremo derecho de la tabla. Es probable que sea obra de su taller más que del maestro.




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